Capítulo 15 Monos.

Diluviaba como sólo en determinadas zonas del planeta lo hace,las ramas de los gigantescos árboles apenas podían contener la cascada de lluvia que caía hacía horas, mientras esta arreciaba.

Los animales que eran multitud, habían desaparecido de la escena y solamente algún que otro mono despistado se protegía del aguacero como buenamente podía bajo las enormes palmas.

Una inmensa sombra negra cubrió toda la enorme extensión vegetal y un estruendo monumental sacudió del letargo impuesto a todo bicho viviente.

Manfredo a una con la jungla, despertó sobresaltado.

Aún medio inconsciente se dio inmediatamente cuenta de cual era su situación, y esta desde luego no se presentaba nada favorable,claro que había andado en otras pero esta se llevaba la palma.

Parece que se acercan, quizá estén a dos horas como mucho,no puedo demorarme más tengo que avanzar como sea,si mis cáculos no son erróneos debo de estar a unos seis kilómetros de la desembocadura,he de llegar a toda costa y cuanto antes o esto se habrá acabado.+

Estaba empapado,las lonas y plásticos que colocó a modo de parapeto para guarecerse le habían protegido poco. Se mezclaba en su cara el agua de lluvia con el sudor que se fabrica en los trópicos,la fiebre que era mucha se unía al conjunto.

Como pudo se incorporó lenta y penosamente de un costado y con mano temblorosa y vacilante extrajo del pantalón la última pastilla que le quedaba,después de esta no habría más… adiós al último pasaporte hacia la felicidad.
Comprobó con preocupación que la herida seguía sangrando,no tiene buena pinta-pensó- sangra como sin ganas y eso no es bueno puede dar lugar a trombos-es lo que me faltaba- morir aquí como un perro.

Abrió la cantimplora con el resto de agua hervida que áun tenía y de un sorbo ingirió el fármaco,esperaba que hiciera pronto efecto,en realidad suplicó al cielo que fuese así.

Lo había visto hacer y sabía lo que suponía pero era también consciente de lo que significaría el no hacerlo,no podía retrasarlo por más tiempo tenía que ser ya,aquí y ahora.

Se parapetó como pudo contra el rugoso tronco,acomodó la mochila y demás pertenencias lo mejor que pudo y extendió el chubasquero a modo de improvisado techo.

Abrió el macuto y del doble fondo extrajo la bolsita con el polvo negro,tenía que tener sumo cuidado para que no se mojara,con mimo,lentamente vertió una porción en el cubilete de la cantimplora alzó el bajo de la camisa y como pudo secó la herida,esta tenía un orificio de entrada y otro de salida,afortunadamente. La desinfectaría y la cubriría con una de esas hojas que utilizan los lugareños para las heridas,luego tendría que coserla,cuando hubiera drenado un poco.

El desgarro era muscular y parecía no haber interesado ningún vaso importante,el dolor descomunal hizo que se apresurase y con mano incierta buscó su encendedor de cuerda,lo probó y su viejo compañero de andanzas tampoco le falló esta vez.Sopló suavemente como cuando en alguna ocasión importante prendía un pitillo especial,la punta roja no tardó en ser un ascua
-lo tengo todo,está encendido,es el momento-

Vertió con primor y miedo la polvora y la extendió con suavidad sobre la herida,en la parte más prominente (la cresta de pólvora más separada de la piel) acercó la lumbre.

Fué algo instantáneo,fulminante, la lengua roja abrasó la brecha y un grito ahogado surgió con furia de su garganta,un mono estúpido y chorreante que parecía hacerle burla fué lo último que quedó impreso en su retina.

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