Los golpetazos resonaron en los oidos de Manfredo como un cañon, al principio pensó que estaba soñando pero la insistencia de los mismos no dejaba lugar a dudas, alguien aporreaba su puerta.
-Un momento (gritó)
Encendió la coqueta lámpara que había junto a la cama y de muy mala gana cruzó el amplio recinto en dirección a la puerta.
-¿Es usted Manfredo Dalandri?
-¿Quien lo pregunta?
-Policía secreta, queda usted detenido por el asesinato de la prostituta Jacinta Rubio. Vistase y acompáñenos... ¡Ahora!
Manfredo no podía creer que aquellos tres hombres como tres vigas de acero,cubiertos con sombrero y largas gabardinas estuviesen hablando en serio. Sin embargo el tono del que parecía el jefe y las miradas de los tres no eran las de alguien que bromea.
-Tiene que ser un error ,yo no he hecho nada, están ustedes cometiendo una grave equivocación.
-Vístase
Manfredo se vistió lo más aprisa que pudo mientras su cerebro funcionaba a toda velocidad, no entendía lo que estaba pasando y un miedo visceral lo sacudió con un latigazo.
Los dos policías que habían permanecido mudos se acercaron a él y de no muy buenos modos lo esposaron, Manfredo pensó por un instante que estaba bajo los efectos del alcohol,que todo estaba siendo una terrible pesadilla.
Bajaron a toda prisa los dos pisos que los separaban de la entrada y ante las incrédulas miradas del personal de noche lo sacaron a la calle.
-Se le va a caer a usted el pelo-dijo el que parecía el jefe- y de un empellón lo subió en el coche.
0 comentarios :: Capítulo 18 A medianoche.
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